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El líder… ¿nace o se hace?

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Esta es una pregunta que ha generado muchísimos debates en la historia entre aquellos que consideran que el ser líder es la consecuencia de una serie de aptitudes innatas y características heredas, frente a aquellos que consideran el liderazgo como una habilidad adquirida y entrenada con el tiempo.

Sin embargo, hoy en día, según estudios científicos realizados sobre gemelos, está aceptada la idea de que el liderazgo y la capacidad de desarrollarlo consiste en un 30% innato y un 70% debido a trabajarlo y desarrollarlo.

Desde un punto de vista personal y dada mi experiencia propia, diría que el desarrollo del liderazgo es casi de un 100% como consecuencia del entrenamiento, del estudio y el esfuerzo consciente. Así que si eres de los que considera que nunca serás un buen líder ya que “no has nacido para serlo”, o si siempre te han insistido de que careces de las características innatas que tiene todo líder, o has fallado anteriormente en el intento, te animo a que simplemente ignores todo ese ruido, y te centres en hacer aquello que puedes controlar.

¿Y qué es lo que puedes controlar? Pues no es otra cosa que formarte y probar a cambiar hábitos de forma consciente. Da igual que a veces falles. Con el entrenamiento, la práctica, el esfuerzo y el desarrollo de tu inteligencia emocional, puedes conseguir grandes resultados

Prueba de esto es que el estudio del liderazgo no se afronta en la actualidad desde la biología, que sería el caso en que se considerase como un rasgo innato y escrito en nuestro ADN. Por el contrario, el liderazgo se afronta desde los Estudios Empresariales, la Sociología, la Ciencia Política y la Educación.

La clave

Existen casos de personas que parecen nacidas para liderar y reúnen todo lo que se espera de un líder: capacidad para influenciar, convencer y conseguir que las masas le sigan allí a donde estos les indiquen.

Pero, ¿qué ocurre en muchísimas ocasiones? Todos hemos visto casos de políticos y jefes de equipos en nuestras empresas que no son más que vendedores de ideas sobre cómo conseguir dinero fácil y sin riesgo o cualquier otro ejemplo que se te ocurra. Pero en realidad, si bien parecen tener una cualidad innata en el liderazgo, acaban fracasando estrepitosamente.

¿Y cuál es el motivo? Pues muy sencillo. Son personas que carecen de valores, se rigen por propósitos meramente económicos para su propio beneficio, no suelen ser personas íntegras y honestas. Y todo eso, son valores y características que se pueden aprender, estudiar y desarrollar con el paso del tiempo.

Por ello, opino que si bien existen personas que pueden tener predisposición innata hacia el liderazgo, nunca estaré de acuerdo en que aquellas personas que se conviertan en líderes importantes no hayan trabajado de forma concienzuda en su educación y en su formación, en aprender de forma continua y en desarrollarse tanto profesional como personalmente.

Son estos los que acabarán triunfando en el largo plazo y de forma sostenida en el tiempo. Evidentemente, si estás leyendo este post, es que sin duda te encuentras en el grupo de los que quieren aprender y formarse. Si además posees aptitudes innatas para el liderazgo, pues mejor que mejor, pero la clave, repito, está en el esfuerzo y la consistencia.

Juntando lo innato y el esfuerzo

Veamos todo esto con un ejemplo. Usemos a un deportista que marcó una época y que, aún hoy en día, sigue siendo un referente. Este no es otro que Michael Jordan.

Todos estaremos de acuerdo en que Michael Jordan nació con una serie de ventajas genéticas: altura, coordinación, elasticidad o la capacidad muscular por nombrar algunas. Y es debido a esto el que siempre se le dio bien cualquier deporte que practicase ya fuese el baloncesto, el baseball o incluso el golf.

Sin embargo, si se convirtió en un jugador de época fue gracias a que juntó esta parte totalmente innata, con una capacidad de sacrificio también fuera de lo normal. Sacrificio por entrenar a todas horas, por cuidarse, por estudiar a sus adversarios, por mejorar conscientemente en aquellas áreas en las que sabía que no había alcanzado, aún, la excelencia en su juego. Si miras los porcentajes de aciertos en su tiro a media y larga distancia al comienzo de su carrera, nada tendrá que ver con el que poseía años más tarde tras centrarse conscientemente en esa faceta de su juego.

Es cierto que he tomado un caso extremo, el de una estrella mundial del deporte que transciende mucho más allá del baloncesto. Pero quería poner de relieve que no se trató sólo de un físico y una altura que ya venían programadas en su ADN desde que nació. Hubo mucho más.

Esfuerzo y constancia

Con esto no quiero decir que todos podemos aspirar a ser Michael Jordan. Ni mucho menos. Para que se entienda mejor lo que quiero decir, probemos con otro ejemplo: una persona normal y corriente que quiera correr una maratón.

Seguramente estemos de acuerdo en que correr una maratón no es algo que sólo un súper deportista pueda realizar. Efectivamente, sólo un súper deportista como Kelvin Kiptum podrá correr una maratón en poco más de 2 horas como lo hizo en la maratón de Chicago de 2023. Y seguro que cualquiera que haya corrido una maratón en un tiempo por debajo de las 2 horas y pocos minutos reúna por un lado una genética privilegiada y por otro como un esfuerzo y un sacrificio dignos de mencionar.

Pero el ejemplo al que me refiero es, simple y llanamente, el de terminar una maratón. Sin importar si se hace en 2 horas, en 3 ó en 4. Siempre será un gran logro.

De hecho, diría que cualquier persona puede correr una maratón, siempre y cuando, y aquí está la clave, tenga el propósito real de hacerlo. Que decida prepararse psicológica y físicamente para ello, que entrene regularmente, siga una rutina, que comience corriendo distancias cortas para luego ir aumentando un poco cada semana, que cuide su alimentación.

Y tras logar terminar su primera maratón, si decide querer rebajar sus tiempos, seguirá entrenando y mejorando, y en la siguiente maratón la hará en algo menos de tiempo (mejora continua).

El caso contrario también es digno de resaltar. Puede haber personas que hayan nacido con la genética de un maratoniano y que, sin embargo, no hayan desarrollado ni entrenado la capacidad de sacrificio que supone salir a correr. De hecho, puede que tengan incluso sobre peso y que ni siquiera sean consciente de su capacidad física pues nunca le han prestado atención.

Con el liderazgo ocurre lo mismo. Puedes tener una serie de características innatas desde nacimiento, pero nunca las has entrenado y desarrollado. Por otro lado, y éste es el caso que me interesa, puede que no hayas nacido con muchas de las características de liderazgo de forma innata, pero que, sin embargo, poseas el propósito de querer mejorar en ello, y para esto te entrenas, haces cursos, pides consejos, lees libros, observas a otros líderes, te relacionas con ellos, reflexionas sobre tus debilidades y trabajas en ellas de forma consciente, ves el fallar no como un fracaso sino como una excelente oportunidad para mejorar, etc…

Y como ves, todas éstas no son más que características de los líderes, comenzando por la de tener un propósito. O, dicho de otra manera, si tienes el propósito honesto de querer crecer como líder, ya tendrás más del 50% del camino andado, pues el resto será simplemente, aprender cómo hacerlo y ponerlo en práctica.

si tienes el propósito honesto de querer crecer como líder, ya tendrás más del 50% del camino andado, pues el resto será simplemente, aprender cómo hacerlo y ponerlo en práctica

Conclusiones

  • El líder claramente se hace, no nace. Evidentemente toda ayuda es buena y si contamos con ciertas aptitudes de nacimiento que nos permitan acelerar nuestro aprendizaje como líder, mejor que mejor.
  • Y, por otro lado, lo importante en nuestro camino para ser mejores líderes es la de tener el propósito por conseguirlo, el acceso a la formación para mejorar y la perseverancia para no desistir y aprender de los errores

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